miércoles, 24 de noviembre de 2010




Por: Carlos Andrés Torres Díaz

Había una vez una novela que quería comenzar con la frase: “ÉRASE UNA VEZ…”
Los cuentos que tenía a su alrededor querían persuadirla de que no hiciera eso, que no estaba bien y le presentaron propuestas de comienzos como: “El atardecer despuntaba entre claro y claro del bosque” o “Era una mañana soleada de octubre” pero la novela quería comenzar con “ÉRASE UNA VEZ…” y no había manera de hacerla cambiar de opinión.
“Nos ha salido cabezona la novela esta” se decían los cuentos. Al final le dijeron que allá ella, que si lo hacía así dejaría de ser una novela y se convertiría como ellos, en un cuento. La pega estaba en que los cuentos ya eran demasiados como para admitir a uno más, ¡ya no cabía ni uno más en los libros! Además, la novela se había propuesto hacer una presentación corta, de un folio. Los cuentos estaban indignados.
Además de querer comenzar con “ÉRASE UNA VEZ…” quería ser tan corto como un cuento.
Entonces a uno de los cuentos se le ocurrió una idea. Le dijo: “Haz lo que quieras pero para nosotros serás una micronovela así que ya puedes darte el comienzo que te dé la gana”. Y después de decirle eso se retiró discretamente de su lado.
La novela, al ver que ya no iba a tener más oposición y que nadie iba a discutir más con ella desistió de su ridícula idea y comenzó como debía comenzar cualquier novela con idea de hacerse larga como un día gélido y tristón y, precisamente eso le dio la idea para su inicio: “Era un día triste y gélido…, en fin, que se desarrolló hasta convertirse en una magistral novela de suspenso y recibió numerosos premios y galardones.
Los cuentos lo celebraron por todo lo alto y le ofrecieron más ideas para futuros proyectos. La novela se hizo muy amiga de ellos y todos tuvieron su sitio en el estante de los libros… mejor dicho, un sitio preferente en el estante de libros escogidos de la sala de un célebre escritor.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EN BUSCA DE LA LITERATURA REGIONAL


Toda la literatura que leí hasta los diecinueve años para mí era una sola. No veía diferencia entre El amor en los tiempos del cólera y Chac Mool de Carlos Fuentes. Solo hasta que tuve acceso al discurso de lo regional descubrí que en efecto la literatura es universal pero que dentro de ella existen particularidades que dejan al descubierto la heterogeneidad y fragmentariedad a partir de la cual esta (literatura universal) se constituye. Por lo anterior, antes de asumir la existencia de la literatura regional refutaré algunos prejuicios en torno a su existencia para evitar al máximo malentendidos.

El canon literario europeo predominó en Latinoamérica durante muchos años. Las valoraciones que se hicieron sobre la literatura en Latinoamérica se basaban en los criterios predominantes en la metrópolis. Para el profesor Leonardo Monroy estos criterios son “inflexibles y, consecuentemente, punitivos: sirven para descalificar obras sobre la base de una fuerte consideración estética con raíces modernas”[1] esta parcialidad crítica es la que permite legitimar el discurso que preconiza la literatura regional pero sólo a partir de la re-configuración de los criterios de análisis que se han venido utilizando a lo largo de la historia de nuestra literatura.    (Tesis).

Por lo anterior, es necesario advertir la existencia de unos conceptos viciados por el etnocentrismo euro-norteamericano para posteriormente desplazarlos por acción de nuestros propios razonamientos.

Tesis como la que dice que la literatura no tiene ni tiempo ni espacio determinado es usada para negar que una región pueda producir una literatura que la prevista por unas identidades propias. Desmintiendo esa postura el profesor libardo V. afirma que la literatura regional es “aquella escrita por autores no nacidos en los centros de poder económico y cultural, identificados por el lugar de nacimiento y el contexto social de sus primeros años”[2] es decir, el lugar y el momento en el que surge esa manifestación literaria es fundamental en la constitución de unos imaginarios que alimentan la idiosincrasia de cualquier región.

Otra tesis desfavorable acepta el concepto de literatura regional pero lo delimita de manera imprecisa. Se cree que el hecho de usar una lengua común nos hace formar parte de una región hispanoamericana. Pero esta tesis desconoce que Latinoamérica es una unidad construida a partir de la diferencia.

La variedad racial, geográfica, medio ambiental en nuestros países generó fenómenos desconocidos por los europeos, estos fenómenos son la base de la pluralidad imperante en nuestros territorios.

El profesor Leonardo Monroy Z. lo expresa así: con la llamada fractura de los grandes relatos de la modernidad, y los impulsos de los estudios culturales y poscoloniales, parte de la academia norteamericana y latinoamericana considera que  (…) en ciertas regiones (…) la sustancia institucional y cultural latinoamericana sí se ha visto afectada por las poblaciones negras e indígenas, hoy fuertemente estudiadas[3] por lo tanto no es lo mismo lo que expresa un escritor nacido en Uruguay que lo que expresa un escritor nacido en Bolivia, cada región (país)  dentro de Latinoamérica tiene sus particularidades.

Además de las anteriores dificultades hay quienes creen que hablar de literatura regional es hablar de las variaciones lingüísticas de un lugar o el reflejar de una forma costumbrista el devenir de unos personajes estereotipados y locales, cuando realmente esas características forman parte de la literatura regionalista no de la regional.

La literatura regional tiene unas características mas universales, en este sentido Libardo Vargas afirma que debemos leer a la literatura regional como” el enunciado de una serie compleja de relaciones que dan cuenta, no solo desde lo histórico y social, sino también desde lo cultural, antropológico, geográfico y psicológico de las formas en que determinados autores han construido sus mundos simbólicos”[4]

Evitando caer en alguno de los anteriores prejuicios podremos enriquecer la identidad de nuestra región tolimense haciendo énfasis en la creación de puntos de contacto simbólicos entre las diferentes manifestaciones raciales que cohabitan en el departamento.

El estudio de la literatura regional se hace necesario en esta época de globalización en la que estamos obligados a recrear o mantener vivas muchas de las características que nos permiten reconocernos como sociedad: sin complejos de inferioridad, sin comportamientos heterónomos producidos por la ausencia de identidad y la desterritorialización de los pueblos.

Esas singularidades sociales le dan vía libre al estudio de lo regional en la literatura dados los vacíos que aún persisten en nuestra idiosincrasia tolimense.  El profesor Leonardo es claro cuando afirma que“he percibido que dentro de las regiones existen muchos temas de indagación aun sin profundizar, y que podrían aportar no solo a las reflexiones internas sino también al conocimiento de la nación plural”[5]

En conclusión, depende de cada uno de nosotros, los docentes tolimenses, la construcción de región a partir del conocimiento de los productos culturales estéticos producidos por nuestros coterráneos. Pero eso solo puede hacerse realidad cuando no solo desde la individualidad sino desde las instituciones nacionales y departamentales se propenda por el respeto a nuestras creaciones.












[1] MONROY, Leonardo Zuluaga Algunos ejes de discusión e indagación sobre la literatura regional. p.p 1.

[2] VARGAS, celemín libardo los estudios de la literatura regional ¿anacronismo o reto? revista aquelarre  p.p 86
[3] MONROY, Leonardo Zuluaga Algunos ejes de discusión e indagación sobre la literatura regional. p.p 3
[4] VARGAS, celemín libardo los estudios de la literatura regional ¿anacronismo o reto? revista aquelarre  p.p 88
[5] MONROY, Leonardo Zuluaga Algunos ejes de discusión e indagación sobre la literatura regional. p.p 6
¿Y CUÁL ES ESA FRANJA AMARILLA?

¿Dónde está la franja amarilla?
William Ospina
Grupo editorial Norma (1999) 78 p.p


William Ospina realiza este ensayo estimulado por su deseo de dar respuesta a una pregunta hecha por una desinformada norteamericana. En este texto, gracias a la inocencia de la foránea, hacemos un recorrido “subversivo” por situaciones históricas que de una u otra forma han configurado lo que ahora conocemos con el nombre de República de Colombia.

¿Dónde está la franja amarilla? es un recorrido critico-histórico en el que el autor deja salir de su interior sus más crudas reflexiones acerca del por qué de la situación colombiana. La negación del discurso histórico producido por los dueños del poder desde la conquista hasta la república pasando por la colonia toma tintes de denuncia y nos permite descubrir nuevos argumentos para controvertir las posiciones que esa “historia” de salón ha generado.

Leer este ensayo nos expone a despertar del largo sueño de cinismo pseudoconservador y pseudoliberal para gritar llenos de desilusión e indignación frente a lo que nos cuenta esa, su “historia de próceres” (a menos que pertenezca a alguna de esas clases dominantes) estas palabras tomadas del mismo autor: “Eso no es cierto”

Pero William ospina no solo funge como fustigador incendiario sino que siendo consecuente con sus posiciones, en la ultima parte del ensayo, propone alternativas que viabilizan la verdadera re-construcción de una autentica Patria colombiana.

El titulo de este ensayo hace alusión -a parte de los colores de los partidos políticos hegemónicos- al amarillo de la bandera y por eso podríamos simplificar ese titulo de la siguiente forma: ¿Dónde están las riquezas de Colombia? o ¿Dónde esta la Dignidad de los colombianos?
POEMA INMORTALIDAD DE AMADO NERVO


No, no fue tan efímera la historia
de nuestro amor: entre los folios tersos
del libro virginal de tu memoria,
como pétalo azul está la gloria
doliente, noble y casta de mis versos.
No puedes olvidarme: te condeno
a un recuerdo tenaz. Mi amor ha sido
lo más alto en tu vida, lo más bueno;
y sólo entre los légamos y el cieno
surge el pálido loto del olvido.
Me verás dondequiera: en el incierto
anochecer, en la alborada rubia,
y cuando hagas labor en el desierto
corredor, mientras tiemblan en tu huerto
los monótonos hilos de la lluvia.
¡Y habrás de recordar! Esa es la herencia
que te da mi dolor, que nada ensalma.
¡Seré cumbre de luz en tu existencia,
y un reproche inefable en tu conciencia
y una estela inmortal dentro de tu alma!


  
CANCIÓN: EL AMOR DESPUES DEL AMOR DE FITO PAEZ
  



El amor después del amor, tal vez,
se parezca a este rayo de sol
y ahora que busqué
y ahora que encontré
el perfume que lleva al dolor
en la esencia de las almas
en la ausencia del dolor
ahora sé que ya no puedo
vivir sin tu amor.
Me hice fuerte ahí,
donde nunca ví.
nadie puede decirme quién soy
yo lo sé muy bien, te aprendí a querer
el perfume que lleva al dolor
en la esencia de las almas
dice toda religión
para mí que es el amor
después del amor.
El amor después del amor, tal vez,
se parezca a este rayo de sol
y ahora que busqué
y ahora que encontré
el perfume que lleva al dolor
en la esencia de las almas
dice toda religión
para mí que es el amor
después del amor.
Nadie puede y nadie debe vivir,
vivir sin amor.
nadie puede y nadie debe vivir,
vivir sin amor.
Una llave por una llave
y esa llave es mi amor
una llave por otra llave
y esa llave es tu amor.
El amor después del amor, tal vez.
Nadie puede y nadie debe vivir,
vivir sin amor.
nadie puede y nadie debe vivir,
vivir sin amor.
El amor después del amor, tal vez.
el amor después del amor, tal vez.
Nadie puede y nadie debe vivir,
vivir sin amor.
nadie puede y nadie debe vivir,
vivir sin amor.                 



En el poema     INMORTALIDAD DE   AMADO NERVO y la       CANCIÓN:  EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR DE FITO PAEZ, se ha encontrado algunas metáforas de ausencia y de dolor , es decir que allí se plasma parte de la condición del ser humano.

En vista de lo anterior, intentaré mostrar a continuación algunas metáforas que guardan cierta relación entre sí como son:

En el primer verso nos habla de la condición del desamor, del engaño, de la mentira y de la tristeza del recuerdo vivido, lo cual es posible de apreciar en la primera estrofa de la canción, pues allí se observa un yo poético que se transfigura desde un amor que nos deja cierta experiencias un tanto dolorosas, debido a que se compara un sol opaco con la tristeza del corazón.

También podemos referirnos al amor sufrido, ya que tanto en el poema como en la canción es evidente un sentimiento que está mediado entre el pesar y la mortificación, a raíz de que este mismo sentimiento puro se encuentra difuminado en los recuerdos.

En ese sentido,  Sartre afirma que:  “el amor y el desamor  es por naturaleza histórico”. En efecto, el hombre es un ser que se crea a sí mismo y está naciendo continuamente.
La Historia es el testimonio de su quehacer y de sus obras. En consecuencia, el hombre no es solamente un ser natural, es también un ser humano. Se observa en la canción y en el poema  una  pasión tal vez vista como amor.
Y lo que  Existe es una  diferencia entre el amor y la pasión. Puede haber pasión sin amor pero nunca puede darse el amor si no hay pasión. Porque hasta en el amor místico hay   pasión.   
Hay muchas parejas en el momento, que asumen nuevas formas de  amor en sus relaciones sentimentales, que son  simultaneas y que no entienden las  consecuencias  de amar  si no que solo se dedican a desear y a pasar el momento, pero como lo dice Fito Páez  nadie puede y nadie debe vivir, sin amor  eso se puede interpretar como quien puede vivir sin amar y sin ser amado . 
Cuando se termina una relación como lo plantea la canción y el poema surgen sentimientos encontrados, pues en ambos persiste la idea de separación, la cual es asumida desde la muerte, y por tanto como algo terrible, porque en ese momento conectamos con el miedo a nuestra muerte, ya que generalmente la relación que se crea con la pareja es fusional, psíquica y emocionalmente hablando, hasta el punto en que existe una referencia yoica en el otro.
Por lo tanto en el momento en que el otro realmente no está, tenga la sensación de que no está, o de que no va a estar, la persona entra en pánico de perder su propia sensación de existir .

Por. Carlos Andrés Torres Díaz